La pureza del cante flamenco tiene nombre y apellidos José Menese Scott. Cantaor nacido el 3 de diciembre de 1942 en Puebla de Cazalla. Empezó a cantar en las fiestas de su pueblo en la adolescencia y pronto le llegó el reconocimiento de sus paisanos mediante un contrato para actuar en el bar Central de Puebla. Allí lo vio Francisco Moreno Galván, quien, impresionado por su cante, intercedió ante Antonio Mairena y éste lo llamó para que cantara en el teatro Osuna. Al mismo tiempo dieron comienzo en La Puebla de Cazalla las Reuniones del Cante Jondo.
El contenido contestatario de sus letras le valió el fervor de la progresía de la época y la persecución de la Guardia Civil. Pese a todo, en 1965 obtuvo el Premio de Honor Tomás de Nitri en el Concurso Nacional de Cante de Córdoba y el Premio de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera.
Puede decirse que ha conquistado casi todos los premios que se otorgan en el país a un cantante de flamenco. Cantaor largo, sin pelos en la lengua, reconocido por los intelectuales y malquistado con la prensa, siempre ha seguido fiel a sus convicciones políticas a pesar de su alejamiento de la militancia y nunca ha dejado de arremeter contra el poder, ya cante en un tablao improvisado o en el Olimpia de París.
Su discografía consta de 34 álbumes grabando su primer disco en 1963 denominado “José Menese”.
José Menese, desde sus inicios en el Gran Café Central y alumbrado por el rayo luminoso de Francisco Moreno Galván, ha labrado en estas cinco décadas una trayectoria profesional y artística excepcional, que marca un hito decisivo en la historia del flamenco. Su legado lo componen una extensa discografía, en la que ha registrado prácticamente todos los estilos del cante, e inolvidables actuaciones en teatros, auditorios, festivales, congresos, jornadas y seminarios flamencos de todo el mundo. Porque José Menese ha llevado el cante jondo a espacios escénicos en los que nunca antes estuvo, como el Teatro Olimpia de Paris, la sede de la ONU en Nueva York o el Auditorio Nacional de Música de Madrid. Como artista, ha tenido la virtud de ganarse la devoción del aficionado ortodoxo y, al mismo tiempo, de llevar al flamenco a lugares hasta entonces ajenos a él, como la universidad, las cárceles o los hospitales. Y manteniendo siempre una comprometida lucha por la libertad, expresada a través de su cante y de su propia actitud personal, que ahí quedan como ejemplo de valentía y honestidad.
En 2013 se han cumplido los 50 años de entrega al arte por parte de este cantaor, rasgando las entrañas de aficionados y neófitos. 50 años abriendo surcos en la tradición, renovando formas, haciendo cantar y decir al pueblo silenciado. 50 años de cuidados a un arte, como se cuida al árbol a cuya sombra crecimos y cuya savia es ya la nuestra. 50 años llevando el nombre y la raíz jonda de su pueblo, La Puebla de Cazalla, por escenarios, radios, televisores, revistas y diarios de todo el mundo. 50 años de pasión y pureza en el cante.