Antonio Fuentes Zurita nació en Sevilla el 15 de marzo de 1869, y muerto en su ciudad natal el 9 de mayo de 1938.
De sus andanzas taurinas se pueden contar lo que de la mayoría de los toreros, por no decir todos: su afición le llevo a correr de pueblo en pueblo, de capea en capea, para adiestrarse en la difícil profesión que deseaba abrazar. Muchos revolcones, fatigas y necesidades en su aprendizaje. Pero nada le arredró al que mas tarde seria el niño mimado de la afición.
Tras la retirada del genial espada cordobés Rafael Guerra Bejarano ("Guerrita"), ostentó durante algún tiempo el cetro del toreo. Fue el propio "Califa" cordobés quien reconoció a Antonio Fuentes como el único espada que podría hacerle sombra, bien es verdad que con ciertas matizaciones muy propias de su carácter. En efecto, preguntado el "Guerra" sobre quiénes eran, después de él, los mejores matadores del momento, respondió sin titubear: "Después de mi, 'naide'; y después de 'naide', Fuentes".
El turno de vestirse por vez primera un traje de luces tuvo lugar aquel estreno en la localidad sevillana de Guillena, el 16 de agosto de 1885, y al poco tiempo ya estaba enrolado el joven Antonio Fuentes en la cuadrilla de Raimundo Rodríguez ("Valladolid"), a cuya sombra se curtió hasta que alcanzó los veinte años de edad.
Desde 1889 hasta 1892 militó en diferentes cuadrillas, entre las que sobresalen las de los espadas Antonio Escobar y Mellado ("Boto"), Ángel Villar ("Villarito") y Miguel Báez Quintero ("Litri"), con quien compareció por vez primera ante la afición de Madrid, para darse a conocer como banderillero. Corría, a la sazón, el 31 de mayo de 1891, y durante casi toda aquella campaña permaneció Fuentes enrolado como subalterno, si bien ya estaba convencido de poder mostrar muy pronto esas condiciones que habrían de convertirle en matador de reses bravas. Así las cosas, a finales de aquel año de 1891, en el transcurso de las novilladas otoñales de Madrid, se presento como novillero, condición con la que volvió a comparecer en las arenas de la capital a comienzos de la temporada siguiente. Fue por aquel entonces cuando compartió carteles con otro joven sevillano que gozó de enorme popularidad como novillero, Emilio Torres Reina ("Bombita"), hermano de quien, andando el tiempo, acabaría por desplazar a Fuentes del número uno del escalafón: Ricardo Torres Reina ("Bombita").
Pero, al margen de estas primeras tentativas novilleriles, Antonio Fuentes seguía engrosando la nómina de los subalternos, a la espera de que le llegase la ocasión definitiva para convertirse en espada del escalafón superior. Toreó, pues, durante 1892 en la cuadrilla de Francisco Arjona Reyes ("Currito"), y al poco tiempo se pasó a la de José Sánchez del Campo ("Cara - Ancha"), a cuyo lado se mantuvo hasta finales del verano de 1893.
Por fin, el día 17 de septiembre de 1893 tomó la alternativa en la plaza de toros de Madrid, de manos del diestro sevillano Fernando Gómez García ("El Gallo"), quien le cedió los trastos con los que había de muletear y despachar a Corredor, un morlaco marcado con el hierro de don José Clemente. Desde aquel día de su alternativa mostró Antonio Fuentes y Zurita que era un espada valiente y, al mismo tiempo, tocado por la varita del arte, cualidades que pocas veces se dan juntas en un mismo torero; era, además, seguro, grácil y muy elegante a la hora colocar las banderillas, hasta el punto de que los aficionados solían salir de las plazas recordando los pares que había clavado Fuentes. Sin embargo, pronto dejó entrever el que habría de convertirse en su principal defecto, que le privó de numerosos triunfos a lo largo de toda su carrera: un deficiente manejo del estoque. Cuentan los gacetilleros taurinos de su época que, con los años, supo pulir en parte esta limitación - o, mejor dicho, disimular sus antiestéticas consecuencias -, merced a la ejecución de unas estocadas al volapié que, si bien no merecían la aprobación de los aficionados más puristas, al menos mostraban una extraordinaria eficacia en su letal cometido.
Sea por lo que fuere, lo cierto es que la afición se fijó en él y lo eligió muy pronto como una de las principales figuras del escalafón, sobre todo a raíz de dos hitos históricos en la evolución del toreo: la cogida mortal del infortunado espada sevillano Manuel García y Cuesta ("Espartero"), acaecida en Madrid el día 27 de mayo de 1894, en presencia del propio Antonio Fuentes; y la ya mencionada retirada del ejercicio activo del toreo del singular "Guerrita" (1899), que dejó el cetro del toreo en manos de Fuentes hasta que hicieron irrupción Ricardo Torres Reina ("Bombita") y Rafael González Madrid ("Machaquito").
Dejó, a lo largo de su trayectoria torera, varias anécdotas de interés, así como algunos triunfos que tardaron en desaparecer de la memoria de los aficionados. Entre las primeras - y al margen de su inútil presencia en la aciaga corrida en que perdió la vida "Espartero"-, destaca su actuación en la plaza de toros de Barcelona el día 14 de abril de 1895, fecha en la que un morlaco señalado con la divisa de Ripamilán saltó limpiamente la barrera y se adentró en los tendidos, sembrando el pánico entre los aficionados. Aquella tarde, la actuación de Antonio Fuentes y Zurita fue decisiva para hacer que el astado volviera a pisar el ruedo.
Entre sus aludidos éxitos, no fue el menor el cosechado el día 22 de abril de 1900 en las arenas de la plaza de Madrid, donde compartió cartel con el espada donostiarra Luis Mazzantini y Eguía y el coletudo sevillano José García Rodríguez ("Algabeño"). En esta tesitura estaba, rodeado de fama y reconocimientos, cuando, en 1907, llegó a publicar su autobiografía, consciente de haberse convertido en el protagonista indiscutible de un período concreto - bien es verdad que muy breve - de la historia de la Tauromaquia.
A raíz del auge de los citados "Machaquito" y "Bombita", Antonio Fuentes comprendió que debía retirarse de los ruedos antes de quedar relegado a un segundo plano. Así, en 1908 anunció su despedida en diferentes plazas del planeta de los toros, y en el transcurso de su adiós en el coso valenciano resultó gravemente herido por una res brava de Saltillo que atendía a la voz de Cartulino. Acaba de empezar la temporada, por lo que, una vez repuesto de las heridas, Fuentes decidió cumplir con los contratos que había firmado para anunciar su despedida. Sin embargo, de nuevo la fatalidad -ahora en forma de accidente automovilístico- se cruzó en sus propósitos. Así que, tras torear por última vez en Madrid el día 5 de abril de aquel año de 1908, acompañado en el paseíllo por los susodichos "Bombita" y "Machaquito", se retiró por vez primera de los ruedos españoles (aunque siguió toreando en tierras hispanoamericanas, donde ya había estado en varias ocasiones y gozaba de un excelente cartel).
Reapareció en suelo español, no obstante, el día 24 de junio de 1911, fecha en la que volvió a enfundarse el terno torero para cruzar el ruedo madrileño. Sin embargo, ya estaba fuera de sitio, muy desorientado y falto de valor y coraje, por lo que protagonizó algunos vergonzosos episodios que estuvieron a punto de deslucir los éxitos de su primera etapa. Consciente de este fracaso, comenzó a firmar cada vez menos contratos, hasta que abandonó definitivamente el ejercicio activo del toreo y se retiró a su Sevilla natal, en donde falleció durante la primavera de 1938.Antonio Fuentes Zurita